Artilugios | Luisa Josefina Hernández, (1928-2023), dramaturga. – El Heraldo de Tabasco

Fue la más brillante de su generación, compuesta por Emilio Carballido, Sergio Magaña, Rosario Castellanos, Jorge Ibargüengoitia. Fue alumna de Rodolfo Usigli quien delegó en ella la clase de composición dramática, donde desarrolló un sistema de análisis dramático útil para el trabajo teatral, del cual se han beneficiado generaciones y generaciones en el teatro mexicano. Su obra se convierte en una referencia distintiva porque, a diferencia de sus contemporáneos, la realiza con un tino y una oportuna filigrana que envidiarían muchos orfebres o tapiceros.

Leer de ella la serie de juguetes cómicos encerrados en La calle de la gran ocasión, provoca un asombro ante la pequeñez y lo exquisito. Resumiré un diálogo titulado, 3 Diálogos sobre la desesperación de doña Blanca la sabia. Doña Blanca y Adelaida, su ama de llaves, razonan sobre el desamor y sus complejidades, la necesidad de llenar vacíos del alma mientras ven que la vida se va terminando. Obra breve que ofrece un pequeño panorama sobre las necesidades y deseos de las mujeres mexicanas en algún momento del siglo XX.

Como buena artista, Luisa Josefina Hernández pensó siempre en los detalles de la relación Mujer-Tiempo-Sociedad, lo que engalana no solo su perspicacia sino su talento. Su teatro se contagia para la escena, no al revés, como les sucede a muchos dramaturgos, que buscan la escena para el teatro. Su dramaturgia, plena de sentimientos opaca las muchas otras que no aportan ni lenguaje ni denuncia.

Víctor Hugo Rascón Banda me contó que le fue entregado un reconocimiento importante por parte de la UNAM. La escritora pidió que fuera a las 4 de la tarde, que lo recibiría y se iría porque a las 5 tenía clase y no le gustaba dejar en espera a sus alumnos. Fue discreta. No veo en ningún diario, a no ser en revistas especializadas de teatro, y realizadas por venturosos reporteros que no le saldrían con obviedades o distendios, alguna opinión o chismorreo sobre el teatro de ese tiempo o de cualquier puesta en escena.

La fiesta del mulato trata de un mulato que es enjuiciado por el despilfarro de grandes cantidades de dinero en una fiesta que dura tres semanas. La obra cumple cabalmente con las dos funciones básicas del arte dramático—la de entretener y la de instruir al público. El magnífico uso de los numerosos signos visuales y acústicos, así como la variedad y gracia de los personajes que aparecen en la escena hacen de La fiesta del mulato un brillante espectáculo teatral que capta el interés del espectador, a la vez que le deja ver más claramente la realidad de un pueblo infeliz. El dominio impecable del medio teatral en esta pieza le asegura a Luisa Josefina Hernández el reconocimiento como una figura principal no sólo del teatro mexicano contemporáneo, sino de toda Hispanoamérica.

Esta obra fue escrita y representada después del silencio de la autora desde 1960. Y eso porque siempre los silencios son importantes en toda obra.

Fue novelista de variados tonos. La plaza de Puerto Santo fue llevada al cine con alguna fama. Lo que impacta de la novela es el tono cómico, hijo seguramente de muchas lecturas de la autora. En el municipio imaginario de Puerto Santo, los viejos de la comunidad tienen un pasatiempo deleznable. Se dedican a irse a las colonias pobres y acechar por las rendijas de las chozas la vida de sus habitantes. Siempre noté un resquicio de esa obra delicios de don Luis Vélez de Guevara, El diablo cojuelo.

Los viejos se lanzan a su jocoso espionaje. No cuentan con que, al hacerle el desaire al presidente municipal, uno de esos jóvenes políticos de la nueva guardia, emanados del trabajo y la sensatez, no perteneciente al top voyeur de los ancianos, serán perseguidos de la justicia por faltas a la moral y puestos en la cárcel. Las familias, angustiadas, corren a sacar a sus padres, abuelos, tíos de los separos. El presidente municipal se muestra inflexible. Nadie sale hasta que llegue el juez. Otro atisbo clásico, Fuenteovejuna.

La plaza de Puerto Santo es una novela donde la autora pone en marcha su amplia maquinaria de recursos literarios para ofrecernos un cómico retablo en el que los hombres y mujeres son presas de un ridículo vestirse con ropa ajena. Caray, con otro clásico me he topado, El traje nuevo del emperador. Si gusta el lector ver la cinta doy referencias. Filmada en 1978 por Toni Sbert, con actuaciones de Héctor Suárez, Pedro Armendáriz Jr., Raquel Olmedo, Tito Junco, Pancho Córdova, Magda Guzman, Gastón Melo, Rosa Furman, Lina Montes, Jorge Fegan.

Después, nuestra reseñada tradujo, porque esa es otra de sus aficiones, El rey Lear, de William Shakespeare. Vi esta obra con la compañía cervantina dirigida por Salvador Garcini y con Ignacio López Tarso en el papel principal. La desgarradora historia cobra fuerza en el idioma español, porque las palabras son más fuertes, contundentes, altivas en el espacio en que las pone la traductora. Con un enorme bagaje teatral, Luisa Josefina Hernández toma el texto inglés convirtiéndolo en un sonoro claustro de sonidos, de aullidos, de silencios, de trompetas y timbales o de laudes discretos que enuncian la vida o la muerte de estos personajes demasiado atractivos, demasiado feroces, demasiado desdichados. El rey y sus hijas se enroscan, juegan ese terrible ajedrez que los pone en la picota del verdugo. A medida que transcurre la obra los vemos correr, caminar, llorar, implorar hasta que llega la muerte y acomoda a todos. La traducción es inteligente, legalmente crítica. La tengo. La compré y la he leído no sé cuántas veces. Nunca dejo de encontrarle bellezas que no tiene ningún otro texto trasladado al español.

El mundo de esta sensacional autora llega al culmen con su obra Los grandes muertos. Los grandes muertos integra una serie de historias que ahonda en el universo de la casta divina acendrada en Yucatán a principios del siglo XX, el asedio pirata al puerto de Campeche, la dominación de los caciques, la civilización paternalista y el destino de las mujeres que a veces logran liberarse y en ocasiones son víctimas absolutas de esta civilización.

La maestra Luisa Josefina Hernández deja ver aquí a una sociedad dominada por la marcada diferencia entre las clases sociales y los prejuicios raciales, pero también por personajes con sentido de la equidad a través de la inteligencia. Por medio de un brillante ejercicio estilístico, la dramaturga muestra en estas obras el desarrollo y las consecuencias de una familia constituida a través de un capricho y de un despliegue de poder.

En ocasión de su estreno en 2014 en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario de la UNAM, la propia autora explicó: “Los grandes muertos es la recolección de las historias que mi madre me contaba desde siempre. Sentí que ese material no debía perderse, porque tiene un fuerte valor emotivo y también informativo. No he seguido las historias como ocurrieron, rescaté el carácter, el valor de muchas acciones, los sentimientos de las personas y claro, el ambiente”.

Hoy nos ha dejado. Murió hace unos días demostrándonos que aun los más inteligentes, los más preciados por las musas, mueren de igual forma. Muy distante el acento. Muy terrorífico en asunto. Descanse en paz, maestra, permítame que así le llame.

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