Pasan migrantes infierno en Navidad

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A la una de la tarde el crucero de Ruiz Cortines y periférico está lleno de vendedores, limpiaparabrisas y mendigos. Esquivando vehículos, entre las motocicletas que suben a la pequeña franja de banqueta por donde se levantan paredes del puente a desnivel, camina una mujer con sus dos hijos, los tres de nacionalidad hondureña

En las manos llevan bolsas con dulces y palanquetas que ofrecen a los conductores, ansiosos por llegar a sus destinos, en medio del conflictivo tránsito de las vísperas de la Navidad. Sus rasgos físicos los distingue de las demás personas que van de un lado a otro, también con la misión de vender sus productos.

“Llegué hace un año, soy de Honduras”, responde a la primera pregunta, mientras observa hacia su alrededor. Su hijo mayor, de 14 años, y en menor de nueve, avanzan entre los coches y cuando ya no es posible mirarlos acelera el paso para reunirse con ellos.

Por su mente no pasan en este momento las fiestas, ni las compras, ni los regalos. Su preocupación es saber si juntarán para comer y a qué hora podrán hacerlo, pues aunque Dios no los ha dejado nunca desamparados, resulta imposible no pensar en eso cuando el estómago se los recuerda cada segundo.

“Realmente lo que quiero es apurarme para tratar de vender mis palanquetas, de lo demás ya Dios dirá”, dice apuradamente la mujer al tiempo que le pide a sus dos hijos seguir caminando.

Berenice es una madre hondureña que vende palanquetas.

Berenice es una madre hondureña que vende palanquetas.

Berenice Rendón se vio obligada a salir de Honduras por la crisis que azotada desde hace décadas al país centroamericano. Busca obtener el reconocimiento de refugiado en México y desde que llegó lo ha intentado sin éxito.

Es la misma situación de Edwin Omar, migrante cubano con formación de mecánico de aviación, quien no duda decir que desearía recibir como regalo de Navidad respuesta del gobierno de México a su solicitud de refugio.

Durante algunos años trabajó como inmigrante indocumentado en Miami, Estados Unidos, pero por su “perfil aventurero” un día las autoridades migratorias le dijeron “que camine” y recaló en Villahermosa, Tabasco, donde inició trámites para legalizar su estancia en el país.

Estar tan lejos de casa y de la patria es triste, pero Edwin asegura que con el tiempo logras acostumbrarte. Cuando llegan las fiestas del fin de año, es cuando más se añora y se recuerda los tiempos felices de la niñez y la adolescencia, pero “ya queda en cada uno pasarla bien, aunque sea con lo poco que tenga”.

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