¿Quién se beneficia del atentado a Ciro?

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Muy difícilmente un régimen polí­tico pueda ser totalmente mejor que otro, quizá diametralmente distinto en sus políticas públicas, pero al final, en ambos habrá bue­nos y malos políticos, talentosos y torpes, honestos y corruptos. Aunque lo que sí puede marcar una gran diferencia es el liderazgo, la experiencia y sensibilidad que puede tener un gobernante, la cabeza del sistema, que según sus principios —si es que los tiene— actuará conforme a su realidad y, principalmente, a la visión de nación que pueda o no tener.

Está claro que Andrés Manuel López Obrador no es un asesino, su origen y trayectoria nunca han estado vinculadas al lado oscuro de la política, a los sótanos de Gobernación, desde don­de en el pasado se manejaron las policías políticas. Al contrario, el tabasqueño, cómo todos sabemos, aunque nació dentro del sistema priista, muy prematuramente salió de él y desde entonces se formó como un político antisistema, que siempre denunció los excesos de policías y militares, las matanzas, las represiones.

Por eso el siquiera sugerir que él o su gobierno pudieron atentar contra el periodista Ciro Gómez Leyva, como rabiosamente se repite en las redes sociales, suena absurdo, tan disparatado como sa­car un arma y darte un balazo en el pie. Siguiendo una lógica de investigación ministerial, lo primero que tendríamos que preguntarnos es: ¿a quién beneficia el atentado al periodista de Grupo Ima­gen y Radio Fórmula? y en sentido contrario: ¿a quién o quienes afecta —además de su familia— el intento de asesinato de Gómez Leyva?

El ataque directo a un líder de opinión no be­neficia en nada a López Obrador, al contrario, le enciende de golpe todos los focos rojos del tablero de la violencia. Ya lo dijo él ayer en su conferencia matutina: «un daño a una personalidad como Ciro genera mucha inestabilidad política», lo que coloca a AMLO dentro de los afectados y no de los beneficiados.

Ahora, si nos quitamos la cachucha de fiscales y observamos el atentado con el sombrero de la política, podemos observar como un patrón sospe­choso que cada vez que la 4T gana un round en la arena política a la oposición, esa misma tarde o al día siguiente ocurren hechos de violencia, como sucedió a inicios de octubre, cuando tras aprobar­se en el Congreso de la Unión la reforma constitu­cional que permitía el paso de la Guardia Nacional al Ejército y la permanencia de éste en las calles hasta 2028, en el bajío y norte del país salieron grupos criminales a vandalizar tiendas Oxxo, a quemar vehículos e incluso a atacar a civiles.

Ahora, que el Presidente logró intervenir al INE, un organismo que desde el inicio de este gobier­no había perdido toda imparcialidad y que tal como está es un peligro para la democracia en los procesos federales que vienen, pues se encuentra aliado con la oposición, lo que significa el riesgo de un golpe de estado técnico que podría intentar descarrilar a la 4T mediante un «lawfare» electoral.

¿Y qué tal que quienes planearon el ataque sabían que Ciro usaba un vehículo blindado (trae esa camio­neta desde 2016, reconoció el propio comunicador) lo que no garantizaba una operación criminal exitosa, porque la intención no era matar al presentador de noticias, sino darle un golpe político a la 4T, llevando como carnada a un periodista de élite y alentando el clima de inseguridad?

Este tipo de acciones, aunque no haya responsabi­lidad del gobierno, no deja de afectarlo, y seguramente lo que ellos menos quisieran es que sucedieran. No obstante, colateralmente les repercute, más todavía porque el atentado fue contra un periodista-noticia, una personalidad de la televisión, lo que es un plus para los rivales políticas, que a toda costa tratarán de aprovechar este lamentable ataque directo para vengarse de la derrota que han sufrido al final de este periodo legislativo en el que su aliado el INE ha quedado desarmado y con mucho trabajo de reorgani­zación con los recursos que tiene para estar listos en la próxima elección.

Alguna vez le oí decir a Ciro Gómez Leyva, que «el periodista, entre más amigos tiene, menos libertad le queda», esa quizá puede ser, a mi juicio, una de las trampas, en las que el mismo reportero cayó al paso de los años, y quizá no sólo sea la cantidad de fra­ternos, si no quiénes son esos queridísimos amigos, como el que mencionó ayer en su programa de radio durante su relatoría de hechos, en la que reconoció que después del atentado decidió dirigirse a la casa, en una privada, en la que vive Manlio Fabio Beltrones.

Gómez Leyva ha llevado una larga relación con el viejo priista, e incluso en 1997 decidió renunciar al diario Reforma por la negativa del diario de publicar una entrevista con el entonces gobernador de Sonora a quien el The New York Times señalaba con ligas al narcotráfico. En aquel entonces el diario no sólo se negó a darle voz a Beltrones, sino que retomaron ampliamen­te toda la información de aquella presunta relación del político con el crimen organizado.

Sin embargo Ciro es un periodista que ha sabido manejar con inteligencia su línea editorial, exponiendo los hechos con sentido crítico, pero poniendo en duda las críticas y sólo ateniéndose a los hechos. El periodista llegó a tener una extraordinaria relación con AMLO en una parte del periodo de existencia de CNI canal 40, el distanciamiento total se dio cuando Gómez Leyva, tras el cierre de ese canal, se suma a Televisa y desde ahí participa en una estrategia para legitimar el triunfo de Felipe Calderón Hinojosa y desacreditar el plantón que se dio sobre la avenida Reforma en la Ciudad de México en defensa del triunfo del tabasqueño.

Más allá de su relación con ese viejo régimen que ya no está en el poder y al que el Presidente López Obra­dor, ha criticado muy fuerte a lo largo de su sexenio, Ciro Gómez Leyva ha ejercido desde los medios donde ha estado, un periodismo de investigación en televisión. Su equipo ha llegado ha introducirse en espacios dominados por mafias, desde las sindicales, hasta las del narcotráfico como la de Tepito, por lo que tampoco deben ser descar­tadas como posibles líneas de investigación.

Desde septiembre de este año a la fecha, el periodista decidió incluir una vez a la semana en su programa de radio, al productor de televisión y periodista, Epigmenio Ibarra, hombre de ideas muy cercanas a las del Presiden­te López Obrador, con el fin de equilibrar el noticiero, convirtiéndolo en uno de los primeros periodistas de los medios tradicionales que tiende puentes hacia la 4T.

En cualquier país que goce de libertad y democracia, los presidentes pueden ejercer su derecho de réplica, exhibir, criticar e incluso mostrar con apertura cualquier aversión hacia los periodistas que por su parte ejerzan sin amago de ningún tipo, su crítica al titular del Poder Ejecutivo, sin que esto signifique violencia de ningún tipo y mucho menos que pueda provocar que se de algún tipo de atentado contra el propio periodista.

Hoy Andrés Manuel no tiene empacho en acusar o exhibir a cualquiera de esos periodistas que se niegan a perder los privilegios multimillonarios que tuvieron y que los hacía, no sólo vivir con decoro gracias a sus sueldos, sino convertirse en millonarios. Esta lógica ha cambiado con el actual gobierno y las razones son varias:

  • La televisión y la radio han perdido audiencia a nivel nacional, incluso el propio Presidente les re­gresó las horas que por ley eran de uso del Estado. No las ocupo, les dijo.
  • La prensa escrita también está en su propia crisis, los diarios nacionales que se editan en la Ciudad de México han perdido influencia.
  • Al no ocupar a los medios, menos ocupa a colum­nistas, opinólogos, analistas y todos aquellos que antes formaban opinión; hoy, con las redes sociales, los contenidos se han segmentado con públicos muy específicos como chairos o dere­chairos.

En conclusión, es absurdo querer relacionar las críticas de López Obrador a Ciro Gómez Leyva con su atentado, pues está claro que en este nuevo estado de co­sas, los periodistas no tenemos ya la última palabra y que cualquiera que escriba o diga algo en lo que el Presidente no esté de acuerdo, según la resonancia del periodista recibirá muy seguramente una respuesta, defenderla, rebatirla o callar, ya está en cada quien. Son las nuevas reglas.

 

«La estupidez insiste
siempre»
(ALBERT CAMUS)

 

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